Tarde de rondas
No hay civilización sin danza. Es la manifestación de arte más antigua,
es una necesidad, un ritual, una forma de comunicación,
un mensaje no verbal para expresar sentimientos
y emociones a través de sus gestos.
La helada tarde del domingo, nos propuso un encuentro extraño, desconocido, y como tal, por las dudas, mostramos un cierto dejo de hostilidad.
Desde hace dos años, en nuestra ciudad, el tercer domingo de julio, para que coincida con el festival de Findhorn, en Escocia, “se baila en círculo”.
Estábamos ingresando al Segundo Festival Nacional de Danzas Sagradas, en el día Mundial de la Danza y lo hacíamos, sincronizadamente, con otros grupos de alrededor del mundo para “aumentar la armonía global y la paz mundial”.
Si bien, no nos negábamos a ser parte del ritual, y menos de aumentar la armonía global, la baja temperatura y el viento no colaboraban. Y a las tres de la tarde, de la gélida tarde del domingo, en el Monumento Nacional a la Bandera, la convocatoria estaba destinada al fracaso.
Los organizadores nos adelantan que “las danzas circulares restablecen sentimientos comunes a todos los seres humanos y por eso son transformadoras”.
Ya habíamos averiguado que en el corazón de Bernhard Wosien, coreógrafo escocés y estudioso de las danzas folclóricas de cada país, nació esta iniciativa. Bernhard comenzó a interpretar el significado espiritual de las danzas, y en 1976 lleva este material a Findhorn, hoy Sede del Festival de Danzas Circulares del Mundo.
Ellos nos contaban la historia del ritual, nosotros contábamos los escasos asistentes.
Sin embargo, entibiados por algunos débiles rayos de sol y motivados, tal vez, por la necesidad de justificar una salida en las vacaciones de invierno, comenzó a poblarse el Patio Cívico de personas, de música, y de rondas.
Aun cuando apenas nos conocían, estiraron sus manos hacia nosotros invitándonos a sumarnos al círculo. Bailar juntos tiene el don de crear armonía rápidamente y sin necesidad de palabras. Existe un poder en el círculo y en un grupo de personas que se dan las manos y se mueven juntas, al ritmo de melodías diversas, y pasos que sobrevivieron a los siglos.
“Es una exploración de sí mismo, y se realiza en círculo porque es la representación de una poderosa fuerza, tiene la estructura del cosmos”, nos alentaba el coreógrafo, y agregaba: “es sagrada porque debemos realizarla en forma armónica y presente, una estrecha relación entre la conciencia y la forma”.
Sin ninguna duda, es una actividad totalmente grupal, sin embargo, la historia cuenta que fue la mujer quien creó y desarrolló la danza y el círculo, y por supuesto, su sabia manera de transmitir recuerdos, leyenda, mito.
Es cierto que danzamos porque nos gusta, porque es una forma de conocer gente, una especie de juego donde dejas de pensar en lo cotidiano. Pero al tomarnos de la mano también nos protegemos, como tribu, como comunidad; nos sentimos reconocidos por el grupo, nos integramos con los sonidos y disfrutamos, nos reímos... nos liberamos.
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