viernes, 12 de enero de 2018

Rodolfo Walsh fue mucho más allá de su destino de narrador


       
                                                               “Me pregunto qué sería de la belleza de Rodolfo ahora/
                                                                esa belleza en vuelo lento que le iba encendiendo ojos.”
                                                                                                                        Juan Gelman


¿Le importó a Rodolfo la muerte de Rosendo García?
¿Se ocupó en dejar al descubierto al Lobo Vandor solo por ser el asesino de García?

Rodolfo Walsh fue mucho más allá de su destino de narrador


“¿Puedo volver al ajedrez?¿ Puedo volver a los cuentos que escribo y leo, y a la literatura fantástica, a esa novela “seria” que planeo para dentro de algunos años y otras cosas que hago para ganarme la vida, a las que llamo periodismo, aunque no lo sea? , ¿Puedo?.”(Walsh, 1956).


Ni su afición al ajedrez pudo enfriar la llama que en sus ojos ya se había encendido. Y, a esa altura, ya no paró más, se involucró de tal forma que ya no podrá, ni querrá, salir jamás.
La frase “hay un fusilado que vive” le llama la atención porque él era un escritor de cuentos policiales, como no iba a llamarle la atención esa ambigüedad, ¡¿Cómo que vive alguien a quien se ha fusilado?!


Investigación, dice el diccionario,  es hacer diligencias para descubrir algo, búsqueda de la verdad  en sentido genérico; pero  para Rodolfo Walsh significó más que eso, la investigación y posterior publicación de tres tremendas denuncias, como fueron “Operación Masacre”, “El Caso Satanowsky” y “Quién mató a Rosendo”, lo llevaron  a la creación de un nuevo género literario (ocho años antes que se lo adjudicaran a Truman Capote), la “no ficción”,  la narración de hechos protagonizada por personas reales, mediante la técnica del relato de ficción.

Fusilamientos, traiciones, gobiernos mal habidos, sirvieron de ingredientes para que éste tímido muchacho,  criado en un colegio al que va a parar a la edad de 10 años, pupilo,  luego que muriera el amor de su vida( su madre); desalineado, obligado a usar ropas enormes heredadas de sus hermanos y otros; opositor a las jerarquías, al poder, al abuso; aprenda a ser solidario con los abusados.

El entretejido del sindicalismo argentino, que a partir del ´55, no será el mismo nunca más. Desnudó una realidad que cuesta digerir, sobre todo a los que en ninguna foto de nuestras vidas salimos sin hacer los dedos en V.
Al país de esos años lo marcaba un gran déficit presupuestario, desmesurado aumento de los alimentos, el gobierno débil de Illia,  y el golpe de estado de Onganía que ya se estaba gestando y que era obscenamente Vox Pópuli.

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“Cuando apareció el libro de Rosendo, un periodista me preguntó por qué no había hecho  una novela con eso. Lo que escondía, evidentemente, la noción de que una novela con ese tema es mejor, o es una categoría superior a la de una denuncia con ese mismo tema. (…) evidentemente la denuncia traducida al arte de la novela se vuelve inofensiva, no molesta para nada, es decir, se sacraliza como arte” (Siglo XXI, 1973)”.

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El movimiento obrero se encontraba dividido, entre las 62 organizaciones, burocráticas, bajo el ala de Augusto Timoteo Vandor y por el otro lado los sindicalistas de la agrupación que apoyaban al gremialista José Alonso. La tensión entre las facciones era cada vez más fuerte.

Rosendo García, simpático, capitalista de juego, Secretario General Adjunto de la UOM Avellaneda, mano derecha y sombra de Vandor, se perfilaba como futuro Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Para el Lobo eso no era bueno. Vandor tenía aceitados contactos en la Embajada Estadounidense y la CIA en Argentina y ya estaba trabajando para el golpe de Onganía. Tenía que sacarse a García del medio.

Augusto Timoteo Vandor, era un suboficial de la armada argentina retirado antes de tiempo, o no.  Elevado a la categoría de dirigente metalúrgico por su capacidad de negociar, hecho que ha podido demostrar a lo largo de su no tan larga vida en varias circunstancias, como por ejemplo, durante el gobierno de Frondizi cuando incrementa su capital y se transforma en muy poco tiempo, de jugador empedernido del Turf, a dueño de caballos de carrera y sendas propiedades. Aquel que proponía un “peronismo sin Perón” y por si a alguno de los compañeros trabajadores de la metalurgia les quedaba alguna duda, apoya la asunción de Onganía al gobierno, presentándose en traje, a su derecha,  y declarando a la prensa “las buenas intenciones del Gobierno de Facto para con el movimiento obrero organizado”.

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…”El viejo estaba comiendo una porción de pizza cuando la bala se le metió en el pecho, cuando se apagaba el 13 de mayo de 1966. La bala provino de la mesa en donde estaba el lobo Vandor y  su troupe. Quedó sentado el viejo, sangrando y muriendo”
…”Un auténtico héroe de su clase.”

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Walsh no se refería a Rosendo García en éste relato.
Dos bandas del mismo bando, los cobardes y ambiciosos con armas por un lado, y por el otro, solo los puños de los obreros.

Domingo Blajaquis (el griego) era el jefe del grupo Avellaneda de Acción Revolucionaria Peronista (ARP), de raíces peronistas pero con adhesión a la revolución Cubana, atravesado hasta la médula por John William Cooke. Un líder nato, enorme, predispuesto a charlar, a explicar. Los muchachos le solían decir “el viejo”, porque en esa época tenía 46 años contra una o dos décadas de sus compañeros. El griego, o el Viejo, era del PC hasta el ´55, cuando opinó que ante los bombardeos de plaza de mayo había que formar milicias, lo expulsaron. Fue un golpe durísimo  para su formación marxista, y siempre necesito de los dos terrenos para sentirse útil, la teoría marxista y los obreros peronistas.

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“Un rato después de los disparos en la Confitería La Real, Blajaquis murió en el Hospital Fiorito, producto de una herida de bala en el tórax. Dos más se fueron con él. Los tres asesinatos están impunes.”

¡Qué extraña relación la de Rodolfo con la muerte!
Se le insinúa, lo cela, no lo deja.
Al lado, la de su padre.
Pegada a él, la de su caballo arrastrado kilómetros para que muriera en el campo.
La odia,  cuando la de su madre.
La analiza, la investiga, la de sus amigos y  compañeros,
¿La comprende?, la de su hija…
Dijo Walsh :”Su lúcida muerte es una síntesis de su corta y hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros y esos otros son millones. Su muerte, si “su” muerte fue gloriosamente suya…
Y la sueña, Rodolfo sueña con su propia muerte, y la escribe,en un libro que no fue editado “Juan se iba por el río”.
Y la espera, trágicamente, como los personajes de sus novelas, asesinados como uno más de ellos, representando el mismo papel, del que se desanima y entristece ante la burocracia sindical que mata obreros, del que reacciona ante el Estado en connivencia con sectores ligados a los servicios de inteligencia, ese papel de las novelas del propio género que invento, donde los personajes son reales.

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 “ Si en mi futura obra literaria llega a haber héroes, serán esos militantes revolucionarios como los obreros agredidos por el vandorismo” (Revista Análisis, junio 1968)

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En las oficinas de la Unión obrera metalúrgica, mientras el Lobo hablaba por teléfono con Caffiero, anunciando que no se iba a adherir al paro que se estaba preparando para Onganìa, un comando de cinco integrantes ametralla al dirigente.

El comunicado que se dio a conocer, de parte del autodenominado Comando Héroe de la Resistencia Domingo Blajaquis  indica:  “Siendo las 11.36 del 30 de junio de 1969, cumpliendo con  el “operativo Judas”,  se procedió al ajusticiamiento del traidor Augusto Timoteo Vandor. Para los Judas no habrá perdón, elijan libremente los dirigentes sindicales su destino. Viva la patria.”

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“Escribía constantemente. El 31 de diciembre de 1976 fue nuestro último fin de año juntos, a las doce menos diez de la noche, se sentó a escribir. Cuando se escucharon las sirenas del Año Nuevo dejó la máquina y me abrazó diciendo: Así quería empezar este año, escribiendo contra estos asesinos”. (Lilia Ferreyra, su última compañera).

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Escribía y denunciaba. ¿Valentía o ingenuidad?
Se mudaba, se escondía, cambiaba su nombre, se “replegaba”, se organizaba, se armaba.
Militaba, se desarrollaba políticamente, viajaba, creaba semanarios, enseñaba periodismo en las villas. Combatía, porque era lo que más amaba.
Le pasaban cosas por casualidad, estaba en el lugar que tenía que estar, para escuchar lo que tenía que ser. Como lo del “fusilado vivo”, como el mensaje en clave de  la “invasión a Cuba”, como la interferencia con radios de la policía. Casualidades o tal vez  hilos manejados por la causalidad.


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“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El Terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Derrote el terror. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”

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Walsh no escribió “Quién mató a Rosendo” solo para que la verdad se conozca, ni para recordar a García, (de eso se encargará el Sindicato y levantará en su nombre sendos sanatorios).No, Walsh escribió este libro para hacer justicia a Blajaquis, y no solo escribió, publicó y estuvo presente como periodista en las audiencias, no solo investigó y demostró culpas; Rodolfo Walsh fue mucho  más allá de su destino de narrador de no ficción, Rodolfo Walsh hizo justicia con sus propias manos, o con su propia cabeza.




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